En mayo de 2018, publicamos en Bioética Press un amplio informe sobre aspectos médicos y bioéticos del trasplante de pene en el cual comentamos los dos primeros casos, uno en Gzangzhou (China), que resultó infructuoso y un segundo exitoso realizado en el Hospital Tygerberg de Ciudad del Cabo, en Sudáfrica. Este último se llevó a cabo en diciembre de 2014. El paciente era un varón de 21 años que había perdido su pene como consecuencia de una severa infección secundaria a una circuncisión realizada 3 años antes. Como se ha comentado, la intervención fue un éxito, pues a los 24 meses después del trasplante, el paciente podía orinar de pie, tener erecciones y orgasmos, con eyaculación normal. Incluso pudo su esposa quedarse embarazada y tener un hijo.
Según relatamos en nuestro anterior informe, y ahora se comenta más ampliamente (ver AQUÍ), el segundo trasplante de pene exitoso se realizó en mayo de 2016 en el Hospital General de Massachussets en Boston, a un paciente el que se le había practicado una penectomía subtotal por un cáncer. A los siete meses de la intervención, el paciente podía orinar de pie y había recuperado parcialmente la sensibilidad del pene y tenía una función eréctil normal. Aunque tuvo algunas complicaciones más, el paciente parece satisfecho con el resultado de la intervención.
En abril de 2017, el mismo equipo que realizó el trasplante de pene en el Hospital Tygerberg, realizó otro trasplante, del que no se tiene más información clínica.
El 26 de marzo de 2018 se llevó a cabo otro en el Hospital Johns Hopkins, en Baltimore, a un militar que había sufrido una grave amputación debido a un accidente bélico en Afganistán (ver más). El grave accidente había afectado, no solo a pene y escroto, sino también a parte del área adbomino pélvica y a parte del tejido de la zona. En el momento actual el paciente orina normal de pie, y aunque no es sexualmente activo, tiene frecuentes erecciones parciales y ocasionalmente alguna completa.
A la vista de estas experiencias clínicas, tanto el Hospital Tygebert, como el de la Universidad Johns Hopkins, están preparando equipos especiales para realizar nuevos trasplantes de pene.
Desde un punto de vista ético, ya comentamos en nuestro anterior informe, que “siempre y cuando la técnica médica se considere segura, el juicio bioético habrá que establecerlo en función del riesgo-beneficio que la intervención conlleva. Pero como el trasplante de pene, a nuestro juicio, no es una práctica dirigida a salvar una vida, sino a mejorar sus condiciones, la razón bioética para justificar el trasplante es que realmente la intervención mejora la calidad de vida del paciente”. En el informe que ahora estamos comentando se considera que, desde un punto de vista bioético, el trasplante de pene plantea un controvertido dilema, fundamentalmente debido a la necesidad de mantener al paciente con terapia inmunosupresora de por vida, a la escasez de donantes y el elevado coste económico del proceso.
Un aspecto particular de este tipo de técnica quirúrgica hace referencia a los pacientes trasgénero que desean ser tratados con reasignación quirúrgica sexual. En nuestro anterior informe, comentamos que “un aspecto particular se da en el trasplante de pene en la comunidad transgénero, pues en esta ocasión el procedimiento técnico puede tener más riesgos y ser más complejo que los casos anteriores, dado que el trasplante sebe ser precedido por una reconstrucción de la uretra externa, reconstrucción de escroto y eliminación de la vagina. Esta circunstancia hace que el riesgo-beneficio de esta intervención debe ser considerado más estrictamente”.
En el artículo que ahora comentamos al referirse a la población transgénero únicamente hace referencia que ésta puede ser un grupo adicional que amplíe el uso del trasplante de pene, pero sin realizar ningún comentario médico ni bioético a ello.
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